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El debate que no fue

Foto: Especial

Israel Covarrubias

Y tuvimos el debate. Pero evitemos repetir con frenesí la flatus vocis de las dos horas en las que nos sumergieron los partidos políticos, las candidatas y el candidato.

En cambio, lo que quisiera subrayar es que el formato del debate fue mediocre. El INE ha complejizado algo que no necesitaba mayor complejidad que un moderador o moderadora inteligente y astuta, armada con una lista de temas. Su astucia radicaría en que su papel sería subrayar sobre todo el cómo y no el qué. Por desgracia, las dos candidatas y el candidato patinaron sobre el qué hacer y no el cómo. Me parece que así lo hicieron porque siempre es más fácil hablar de qué y no del cómo. No quieren arriesgarse, juegan a lo seguro. Lo que vimos en el debate son tres personas que no quieren competir ni exponerse. ¡Vaya paradoja!

Los buenos deseos si no se acompañan con tácticas específicas son verborrea. Y los tres se quedaron en ello: pura verborrea. Quien pierde el debate somos nosotros, los ciudadanos, ya que mostró la completa irrelevancia y del desinterés en la que nos tienen las candidatas y el candidato. Ya no pensemos que fue una falta de respeto a la ciudadanía, sino que no les interesa llevar el mensaje del cómo al electorado. Quizá algunos dirán que eso no le importa al ciudadano, ya que éste no tiene la competencia técnica para comprender esa operación. Pero, ¿por qué no ensayarlo?, ¿por qué seguir con ocurrencias políticas y no con iniciativas concretas? Parece que los tres personajes hablan a sus estrategas y no a los votantes. En suma, la lección de este primer debate es que a las candidatas y al candidato les importamos un bledo. Así como les importa un bledo la ciudadanía, sus derechos y su futuro.

¿Qué prometieron? Dicho en otras palabras, ¿a qué se comprometieron las candidatas y el candidato? A seguir en la ruta de la banalidad, la incomunicabilidad, la cerrazón y la incapacidad de dar cuenta de los agudos problemas que aquejan a México. Por ejemplo, ¿qué hacer con los migrantes que están en suelo mexicano? Hay que atender sus causas, dijo una candidata, no al sujeto migrante. Otro ejemplo, becas para todos los niños y adolescentes, incluso para aquellos que están en escuelas privadas. ¿Por qué? Porque es un derecho universal, y lo universal es universal, porque así es. Contundencia vacía en ambos casos.

El odio y la arrogancia fueron el ritmo del debate. Nuevamente son los estados de ánimo los que gobiernan la política, no las operaciones para llegar a fines concretos. En el debate, nunca se nombró al populismo, pero la actitud, por lo menos de las dos candidatas, fue la de recuperarlo a través de la beligerancia entre ambas, y la estúpida candidez del candidato.

Hoy, un día después del debate, el día del acontecimiento del eclipse total de sol, lo único que podemos concluir es que en México la promesa de la política se ha eclipsado en la baja calidad del discurso de las candidatas y el candidato. Todo lo demás que se quiera agregar, es palabrería.